lunes, 18 de febrero de 2013



Me gustaría conocer todo o lo absoluto, para poder buscar alguna alternativa de escapar a otro planeta o sumergirme en lo desconocido. No pienso conquistar nada, de hecho soy presa de mercenarios bajo el yugo de la cruz con sus sangrientas mentiras. ¿Conquistado a conquistar? No es romántico ni unificador, menos divertido para mi clase social.

Jugar como un niño es quizás la condición más humana de lo humano, en ese lugar desconocido me gustaría ser lo más humano posible y lanzarme con los ojos abiertos en una ciénaga libertaria, la más cristalina libre de contaminación, esa contaminación creada por los verdaderos demonios, “la plaga miserable”, según la tierra.

Volver a ser un niño, volver a creer, volver a ser todo, pero sin creer en él, menos escribir en lo olvidado por el burgués viejo pascuero, en fin.

Quisiera una extensa morada en un nuevo espacio, espacio vacío como lo es la vida del trabajador asalariado en son de 193.000 pesos. Construir verdad, justicia, el verdadero amor olvidado por el dinero, cubrirme del calor con cervezas frías en envase sin marca registrada.

Para conocer todo o lo absoluto tendría que obtener la lealtad recíproca de la prostituida libertad, beberlo todo junto a ella y hacernos uno, de idea sería hacernos alcohol del más venenoso, maravillosamente hacernos  mudos, ciegos y sordos para obviar las cárceles cotidianas, los problemas internos y externos del pasado.

Deseo engrillarme a la libertad, no quiero privaciones de libertad alguna, esa multi-prisión brillante de odio como las cárceles asesinas de los que se ahogaron en ellas, los compañeros y compañeras abogados del llamado “pan, paz y tierra”. 

Entre romper normas y hacernos acreedores de la libertad, inducidos como un suave analgésico “matadolor”, envenenarme de ello creo que me acercará aún por un segundo o un centímetro a lo hermoso, a lo estimulante; finalmente sumergirme en lo desconocido. 

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