Me
gustaría conocer todo o lo absoluto, para poder buscar alguna alternativa de
escapar a otro planeta o sumergirme en lo desconocido. No pienso conquistar
nada, de hecho soy presa de mercenarios bajo el yugo de la cruz con sus sangrientas
mentiras. ¿Conquistado a conquistar? No es romántico ni unificador, menos
divertido para mi clase social.
Jugar
como un niño es quizás la condición más humana de lo humano, en ese lugar desconocido
me gustaría ser lo más humano posible y lanzarme con los ojos abiertos en una
ciénaga libertaria, la más cristalina libre de contaminación, esa contaminación
creada por los verdaderos demonios, “la plaga miserable”, según la tierra.
Volver
a ser un niño, volver a creer, volver a ser todo, pero sin creer en él, menos
escribir en lo olvidado por el burgués viejo pascuero, en fin.
Quisiera
una extensa morada en un nuevo espacio, espacio vacío como lo es la vida del
trabajador asalariado en son de 193.000 pesos. Construir verdad, justicia, el
verdadero amor olvidado por el dinero, cubrirme del calor con cervezas frías en
envase sin marca registrada.
Para
conocer todo o lo absoluto tendría que obtener la lealtad recíproca de la
prostituida libertad, beberlo todo junto a ella y hacernos uno, de idea sería
hacernos alcohol del más venenoso, maravillosamente hacernos mudos, ciegos y sordos para obviar las
cárceles cotidianas, los problemas internos y externos del pasado.
Deseo
engrillarme a la libertad, no quiero privaciones de libertad alguna, esa multi-prisión
brillante de odio como las cárceles asesinas de los que se ahogaron en ellas, los
compañeros y compañeras abogados del llamado “pan, paz y tierra”.
Entre
romper normas y hacernos acreedores de la libertad, inducidos como un suave
analgésico “matadolor”, envenenarme de ello creo que me acercará aún por un
segundo o un centímetro a lo hermoso, a lo estimulante; finalmente sumergirme
en lo desconocido.
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